CONECTA CON TU MAGIA Y LA MAGIA SE HARA EVIDENTE EN TU VIDA

Cuando se ha hecho todo lo que depende de uno, la Magia consiste en dejar que la fuerza del Universo actúe y que confluyan ambas cosas: la intención personal y la causalidad. Pero la Magia también consiste en saber que la segunda no siempre coincide con nuestros deseos y en estar abiertos a que sucedan cosas imprevistas. Eso nos abre caminos nuevos y configura nuestro viaje por la Vida.


jueves, 17 de junio de 2010

LA ALQUIMIA DE NUESTRO INTERIOR

Somos seres alquímicos y con un enorme caudal de potenciales en nuestro interior.
Si partimos de la idea de que durante el tiempo que estemos vivos tenemos la oportunidad (y casi diría que la obligación para con uno mismo) de convertir nuestro plomo interior en oro, el trayecto personal toma otro sentido y cobra la dimensión de algo digno de maravillar a quien lo recorre.
Ese plomo que asfixia nuestra creatividad, nos impide conseguir nuestras metas y nos fuerza a manipular a los demás para cubrir ese agujero tan hondo que parece no tener fin, puede convertirse en algo que nos lleve más allá, si somos capaces de mirarnos por dentro y reconocer eso que duele tanto que no toleramos y rechazamos en los demás.
El hecho de no conformarse con lo que hay en el presente (¿por qué quedarme en una pequeña parte de lo que soy, si yo soy mucho más que eso?), no es incompatible con el de aceptar todo lo que somos en este momento. Es más, este último, es un paso imprescindible para que se dé la alquimia de la que hablo: si no soy capaz de reconciliarme con mi pasado, con mis padres, con mis defectos, con mis limitaciones, con mis miedos, no voy a poder atravesarlos para llegar al otro lado, todo seguirá igual y yo en el mismo punto (o casi).
Somos una semilla, muchas semillas distintas, y en nosotros está elegir si las dejamos germinar en todo su esplendor, o las distintas posibilidades se quedan en eso: en algo que nunca llega a brotar. Continuando con este símil, es necesario romper el envoltorio para que surja la nueva energía que es impulsada a crecer y desarrollarse, y nuestro envoltorio está formado por pensamientos autóctonos que nos paralizan, nos critican, nos enfrentan a partes de nosotros mismos, nos castigan y nos envenenan. El reconocer esos pensamientos de los que ni siquiera somos conscientes y que, como si fuéramos marionetas, dominan nuestras acciones o provocan emociones de las que no nos podemos sustraer, es importante. Parar la cinta puede parecer tarea complicada, y ciertamente no es fácil hacer algo por primera vez,  pero tampoco es imposible. Como todo, requiere quererlo, quererlo, quererlo (la repetición no es un fallo del ordenador ni mío), constancia y práctica.
A mí me ha ayudado a conseguir detectar algunos de mis pensamientos con autonomía propia que se convierten en pautas autofrustrantes, cuestionarme y hacerme preguntas que me lleven más allá de donde me hallo.
No sé muy bien en qué puede consistir La Receta para cada cual, en mi viaje alquímico ha sido una poción hecha de: una sesión semanal (en ocasiones dos) durante cinco años asistiendo al consultorio de una psicóloga clínica (eso me ayudó a empezar a despertarme y a internalizar su voz haciéndome preguntas o cuestionándome desde fuera) + bastantes sesiones de terapia de regresiones + vivir situaciones que me llevaron al límite de mi capacidad de aguante y de sufrimiento + atreverme a romper con normativas impuestas que no me servían de nada, a pesar de la culpabilidad que ello me generaba (y según como y cuando, me sigue generando) + muchas sesiones de terapia floral acompañada de trabajo personal + ponerme a prueba para explorar si era capaz de ir más allá de mis miedos + enfrentarme a situaciones en las que mi fantasía era la muerte, cosa que me bloqueaba y me sumía en la parálisis del pánico (parece una exageración, pero hablar en público era impensable para mí hace algunos años y no hace tanto aún hay veces que he experimentado la sensación, justo antes de ponerme delante de un auditorio, de que era como ir al patíbulo, literalmente) + pasar por varias relaciones de pareja en las que mi dependencia tomaba el mando una y otra vez + equivocarme, errar y confundirme + convivir con mis inseguridades + ponerme una y otra vez enferma de los mismos síntomas + saber que tengo derecho a enfadarme cuando surge así y que eso es distinto de quedarse en el enfado como escudo ante el mundo (para ello no está más investigar de dónde viene y contra quién es el enfado permanente y puede ser casi tan antiguo como la vida de la persona) + NO QUERER SER PERFECTA (algo que estoy aprendiendo todavía a costa de pasar mucha ansiedad ante los retos) + llorar, llorar, llorar y llorar hasta conectar con la causa primera de ese dolor, que en realidad no tenía mucho que ver con la persona o la situación que fueron el detonante de tantas lágrimas en ese momento + multitud de pataletas inútiles que finalmente desembocaron en la rendición y en aflojar el control de lo que no dependía de mí por pura supervivencia + poco a poco ir honrando las distintas partes de mi padre y de mi madre que existen en mí ...
En ello sigo y seguiré mientras viva, pues si algo he aprendido es que LA PERFECCION NO ES DE ESTA TIERRA y que aquí y ahora La Perfección consiste en vivir con más plenitud, elegir con más libertad y ser más autosuficiente en todos los aspectos* ; saber disfrutar del presente sin ser perfecta y sin que las circunstancias lo sean, (una buena tarea que no sé si cumpliré mientras dure mi camino, pero no por ello voy a dejar de aspirar a conseguirlo).
Nuestro plomo en realidad es la simiente del oro que podemos ser y por tanto, sería una buena opción explorarlo y meterse en ello hasta las últimas consecuencias, para vivir mejor o al menos, con más completud, eso que somos en su totalidad.
LO MEJOR DE CADA UNO ESTA AUN POR DESCUBRIR Y LA BUSQUEDA NO DEBERIA ACABARSE MIENTRAS DURE LA VIDA.

* No me refiero solamente a la parte económica, que por supuesto es muy importante, sino a que se puedan sostener los diferentes estados emocionales que aparezcan, que también es distinto de no sentir nada o estar por encima de…

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