CRISTÓBAL JODOROWSKY, PSICOMAGO, PSICOCHAMÁN, ARTISTA, COMUNICADOR, ESCRITOR… Y MÁS
Me enteré casualmente de que Cristóbal Jodorowsky venía a dar una conferencia en noviembre del 2010, en un centro de Barcelona. No sabía nada de él excepto que es hijo de Alejandro Jodorowsky, personaje multifacético, controvertido y exitoso, del que había visionado una película, leído un libro y visto en algún programa de TV2 hace ya años. Por curiosidad y también pensando al mismo tiempo que habitualmente cuando un hijo hace lo mismo –o algo similar- que el padre, no suele ser tan bueno en eso, lo fui a ver y a escuchar. Mi prejuicio acerca de él cayó a los cinco minutos de que hubiera empezado a hablar: nos hizo reír hasta las lágrimas, actuó convirtiéndose en varios personajes al mismo tiempo en diálogos improvisados, habló del mundo, del universo, del alma, del cuerpo, de los padres y la familia, de la vida y de la religión (para cuestionar todos estos temas o dar una visión mucho más amplia de ellos). Sin trabas, sin falsa humildad, con total sinceridad, salpicó la charla con algunas de sus circunstancias y vivencias personales. Nos llevó a todos los asistentes a un mundo mucho más extenso, sin fronteras ni limitaciones y nos hizo participar dirigiendo con la habilidad de un prestidigitador, al ritmo de sus breves indicaciones. Salí entusiasmada, con los ojos irritados por las lágrimas producto de tantas carcajadas y relajada por sentir que la vida también es humor y que la espiritualidad y la risa no están contraindicadas –cosa que ya sentía plenamente antes de conocerlo.
En pocos meses tuve la ocasión -y la gran suerte- de escucharlo dos veces más y a partir de la tercera, me di cuenta de que estar unas horas en su presencia y oír sus palabras actuó como si éstas hubieran “lavado” toda una estructura impuesta de pensamiento arcaico y me hubiera ayudado a expandir mi visión. Fue algo que simplemente sucedió sin buscarlo. Sentí que lo que transmite me hacía bien y simultaneé sus charlas con la lectura de su único libro hasta el momento (espero que por poco tiempo) titulado “El collar del Tigre”, fui a uno de sus talleres y a escucharlo una vez más, a la última conferencia de la temporada en Barcelona.
En broma comenté a algunas personas cercanas que estaba “abducida” y que una inmersión en la dimensión y parámetros cristóbaljodorowsky me había aportado algo que durante años no había conseguido: tomar las cosas con más serenidad, con más humor y con visión más amplia. Aunque puede parecer sorprendente, empecé a actuar de modo distinto en algunas situaciones o ante algunas personas.
Mi opinión personal basada en lo poco que conozco de su faceta mediática y pública, y a través de lo que narra en las páginas de su libro–y puedo estar equivocada porque aquí entro en el terreno de las suposiciones- es que Cristóbal, primero por supervivencia (al contrario de lo que puede parecer no tuvo una infancia fácil) y después por elección y a conciencia, se sumergió en el dolor profundo para desterrarlo, rompió barreras y atravesó fronteras que a la mayoría de humanos nos da miedo (incluso pánico) enfrentar o nos provocan vergüenza y culpa ancestrales. Él lo hizo de una manera totalmente imaginativa y creativa -incluso ya desde niño- y sigue haciéndolo con sus actos de psicomagia, que empezó a poner en práctica consigo mismo y su entorno familiar antes de aconsejar a quienes le consultan. De la mezcla de sus vivencias, las enseñanzas de su padre y maestro (como él lo llama) y del mundo de lo chamánico y la magia que conoce desde bien pequeño, del arte y del teatro, surge una sabiduría que va más allá de las apariencias o de las palabras con las que le plantean las cuestiones punzantes las personas que tienen el coraje de exponerse delante del público, durante sus demostraciones con el Tarot.
Escuchar a Cristóbal puede gustar o todo lo contrario, pero como se dice, desde luego no deja indiferente. Considero que no es fácil ponerse delante suyo (yo no he sido capaz de hacerlo todavía), pues parece que lea sin dificultad los secretos más íntimos, a veces incluso ocultos para quien plantea una consulta. También me mostró con su ejemplo que cuando se ha de dar una información importante, ha de primar eso sobre la aprobación de quien se pretende ayudar. Me di cuenta de que él no tiene ningún problema con lo que piensen los demás: si ve algo que cree que es útil que la persona sepa, se lo dice sin rodeos ni adornos, tal cual, a veces crudamente incluso. Por contraste, me ayudó a ver que a mi me resulta difícil aún prescindir de la opinión ajena o “caer mal” cuando he de confrontar a alguien, lo mucho que me cuesta ignorar el juicio y mi necesidad de aprobación de los otros.
Como se puede desprender de mis palabras, Cristóbal tiene toda mi admiración y mi agradecimiento por esa parte que aporta al mundo: por su generosidad (que ha demostrado sobradamente en diversas ocasiones), por su honestidad, aplomo y confianza en sí mismo.
Desde aquí y a quien me lea recomiendo muchísimo su libro “El Collar del Tigre”, un recorrido por su vida extra-ordinaria (poco común y muy rica en experiencias), sus orígenes y su trabajo, en una mezcla que me apasionó y estimuló como pocos libros. Pacatos, puritanos fácilmente escandalizables y con estrechez de miras, mejor abstenerse. Muy adecuado sin embargo para personas que quieran expandir su conciencia y vivir más plenamente.
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